La "imitatio Dei" en la tradición judía

 


Reproducimos los primeros párrafos del texto El humanismo judío, de Erich Fromm, donde aborda de manera lúcida y didáctica cuáles son los conceptos básicos del legado judío que se transmiten al humanismo occidental de inspiración religiosa. Puede leerse la obra completa en este enlace.

La afirmación más fundamental de la Biblia sobre la naturaleza del hombre es que éste ha sido hecho a imagen de Dios. "Entonces dijo "Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, "conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó: varón y hembra los creó" (Gén. 1:26-27). No puede cuestionarse el énfasis que la narración pone en este punto. Usa dos expresiones, "imagen" y "semejanza", y luego repite otra vez en el versículo siguiente la misma idea. La narración bíblica no solamente habla del hombre como hecho a imagen de Dios, sino expresa poco después el temor de Dios a que el hombre se convierta él mismo en Dios. Este temor está claramente expresado en Gén. 3:22-23. El hombre ha comido del árbol del conocimiento; no ha muerto, como había acertadamente predicho la serpiente: se ha hecho como Dios. Solamente la mortalidad lo distingue de Dios. Hecho a la imagen de Dios, siendo como Dios, él no es Dios. Para evitar que esto suceda, Dios expulsa a Adán y Eva del Paraíso. La serpiente, que había dicho eritis sicut dei ("seréis como dioses") había estado en lo cierto.

Que el hombre pueda convertirse en Dios y que Dios le impida alcanzar este objetivo, es probablemente una parte arcaica del texto. Sin embargo, no ha sido eliminada por los diversos editores, quienes debieron tener sus buenas razones para proceder así.

Quizás una razón es que querían insistir en que el hombre no es Dios, ni puede volverse Dios; puede hacerse como Dios, puede imitar a Dios, por así decirlo. En verdad, esta idea de la imitatio Dei, de aproximarse a Dios, requiere la premisa de que el hombre ha sido hecho a imagen de Dios.

En la Biblia, este concepto de la aproximación de Dios está expresado en la aserción: "Habló Jehová a Moisés diciendo: "Habla a toda la congregación de los hijos de Israel y diles: Santos seréis, porque santo soy Yo, Jehová vuestro Dios" (Lev. 19:1-2). Si consideramos que el concepto de "santo" (kadosh) expresa la cualidad esencial de Dios, la que lo separa del hombre, cualidad que en las etapas primitivas de la religión había hecho a Dios tabú e inaccesible, resulta clara la importancia del paso adelante en la evolución que señala la expresión de que el hombre puede ser "santo". En los profetas, desde Amón en adelante, encontramos el mismo concepto. Lo que el hombre ha de hacer es adquirir y practicar las principales cualidades que caracterizan a Dios: justicia y amor (rajamin). Miqueas formuló sucintamente este principio: "Oh hombre. El te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar mi misericordia (o amor constante) y humillarte ante tu Dios" (Miqueas 6:8). En esta formulación encontramos otra descripción de las relaciones entre Dios y el hombre. El hombre no es Dios, pero si adquiere las cualidades de Dios, no está por debajo de Dios, sino que anda con Él.

La misma idea de imitación de Dios se prolonga en la literatura rabínica de los primeros siglos después de la destrucción del templo. "Andando en todos sus caminos" (Deut. 11:22)... ¿cuáles son los caminos de Dios? Lo que se dice (Ex. 34:6): "¡Jehová! ¡Jehová! Fuerte, misericordioso (rajum=amante) y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado", y lo que se dice (Joel 2:32): "Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo". ¿Pero cómo es posible que el hombre invoque a Jehová? "Así como a Dios se lo llama misericordioso y piadoso, sé también tú misericordioso y piadoso, y dale dones a todos sin esperar nada en cambio; como Dios es llamado justo... sé también tú justo: como a Dios se lo llama amante, sé también tú amante".

Como ha señalado Hermann Cohen, las cualidades de Dios (midot) enumeradas en Éxodo 34:6,7, se han transformado en normas de la acción humana. "Dios quiere revelar a Moisés solamente los efectos de su esencia" dice Cohen, "y no su esencia misma".

¿De qué modo trata el hombre de imitar las acciones de Dios? Practicando los mandamientos de Dios, su "ley". Lo que se llama ley de Dios consta de muchas partes. Una parte, que constituye el centro de la enseñanza profética, está formada por las reglas de acción que expresan y producen el amor y la justicia. Liberar a los que están en prisión, alimentar a los hambrientos, ayudar a los inválidos, son las normas de acción recta que se repiten continuamente cuando predican los profetas. La Biblia y la tradición rabínica han completado estas normas generales mediante centenares de leyes específicas, desde la prohibición bíblica de cobrar interés por un préstamo hasta el precepto rabínico de visitar a los enfermos, pero no a los enemigos enfermos, ya que podrían sentirse incómodos.

Esta imitación de Dios mediante el obrar del modo que obra Dios significa hacerse más y más semejante a Dios; significa al mismo tiempo conocer a Dios. Consiguientemente, conocer los caminos de Dios significa conocer y seguir en la práctica su modo de tratar con el hombre, sus principios omnicomprensivos de justicia, amor ilimitado, bondad amorosa y misericordia".

En la tradición que va desde la Biblia a Maimónides, conocer a Dios y ser como Dios significa imitar las acciones de Dios y no conocer y especular acerca de la esencia de Dios. Como dice Hermann Cohen: "el lugar del ser es "ocupado por la acción; el lugar de la causalidad es ocupado por el fin"7. La teología, podríamos decir también, es reemplazada por el estudio de la ley; las especulaciones acerca de Dios, por la práctica de la ley. Esto explica también por qué el estudio de la Biblia y del Talmud se convirtió en uno de los deberes religiosos más importantes.

La misma idea se expresa en el concepto rabínico que expresa que la violación de la ley significa la negación de Dios. Así leemos: "Por lo dicho descubrirás que los que prestan dinero a interés, Kofrin heikar, niegan el principio "fundamental". Lo que vale para el préstamo a interés, vale para la mentira. Así el Rabí Jananías ben Hajinai comenta el pasaje del Levítico 5:21 ("Si una persona mintiere a su prójimo") diciendo: "Nadie miente a su prójimo sin negar el principio fundamental". Como señala Buechler, "el creador", el "principio fundamental", y "el dador de los mandamientos" son sinónimos de Dios. Lo que hemos descrito hasta aquí representa la línea principal del pensamiento bíblico y rabínico: el hombre puede hacerse como Dios, pero no puede hacerse Dios.

 

 


Perfiles del rehumanismo del siglo XXI

Desde los orígenes de la filosofía, dos concepciones antropológicas incompatibles que luego el cristianismo y sus contrarios han llevado a sus últimas consecuencias, están entablando hoy un duro combate: aquella según la cual la materia explica al hombre y aquella según la cual no lo explica. Materialismo y espiritualismo. Azar y providencia. Ateísmo y teísmo. Inmanencia y trascendencia. O el hombre es un animal terrestre o es un animal celeste. O es un accidente cósmico o es en el cosmos lo único semejante a su autor.

El humanismo y la exaltación de la "dignitas hominis" 

El concepto de humanismo tiene tradicionalmente dos significados. Por un lado, se refiere a un cuerpo de estudios que se inspira en los autores clásicos, paganos y cristianos. Se habla entonces de los studia humanitatis que se oponen al rigor de la escolástica y que caracterizan el pensamiento del Renacimiento, en la actitud de reapropiarse su pasado.

El retorno a los orígenes como apuesta de futuro

En esencia, el humanismo es un fenómeno cultural cuya nota central es la intensificación del recurso a los valores de la civilización antigua y, sobre, todo, la latina. Dichos valores no sólo eran los expresados en la obras literarias de la Antigüedad, sino también las jurídicas, las filosóficas, las artísticas y las científicas.

"Guiados por gracia celestial": los humanistas renacentistas y el legado grecolatino

Que el humanismo renacentista aspiraba a la armonía, a la síntesis y a la integración de los contrarios, es un tópico que no por repetido carece de menos vigencia. La ambición de Marsilio Ficino al pergeñar su Prisca Theologia, o de Agostino Steuco cuando acuñó el concepto de Philosophia Perennis, apuntaban en la dirección de un sustrato común a todas las manifestaciones culturales humanas, con independencia de las épocas y las latitudes.

Petrarca y el elogio de la vida solitaria

La vida solitaria es el título de una obra en la que Francesco Petrarca trabajó durante años, sin decidirse a darla a conocer hasta mucho después de haberla concluido. Afirma el autor que no se trata de un texto dirigido “al vulgo ignorante”, al cual da por perdido dado su analfabetismo, ni tampoco a quienes practican la que él llama la “letrada estulticia”, es decir, a aquellos que se interesan por las letras únicamente para hacer ostentación de su conocimiento, descuidando la dimensión moral y espiritual que tienen y les dan valor.

El prototipo del sabio cristiano en Erasmo 

Erasmo sustenta su ideal de sophós en tres pilares básicos: la libertad, la tranquilidad y el placer (libertas, tranquillitas, voluptas). La renuncia epicúrea que el humanista holandés propone, un apartamiento de los falsos placeres mundanos, del bullicio y de las tareas cívicas y políticas, es un requisito imprescindible para la independencia del sophós, que tratará de reducir al mínimo la dependencia del exterior.

Rodolphus Agricola, prototipo del entusiasmo humanista 

Agricola perteneció a la tradición del humanismo literario que arrancó con Petrarca y continuó con Salutati, Bruni y Eneas Silvio Piccolomini, una generación a la que imprimió una dirección crítica y erudita el gran Lorenzo Valla. Resulta llamativo el gran volumen de simpatías y antipatías que compartieron Agricola y Petrarca.

Juan Luis Vives y el ideal de "humanitas"

La doctrina pedagógica de Juan Luis Vives asume a un tiempo su sabiduría práctica sobre la enseñanza de las artes liberales y su concepción del hombre y de la entidad humana, referida a Dios, a la comunidad social y política, y a la propia e intrínseca estructura personal. Su inquietud de reforma educativa nace en el instante en que inicia sus estudios en la Universidad de París (1509), donde estudia durante unos años dos cursos de dialéctica, y tres de filosofía (natural, moral y metafísica).

Steuco y el origen del concepto de "filosofía perenne" 

La idea de la unidad doctrinal de la humanidad, tan difundida en la cultura del Renacimiento, alcanzó quizá su más vasta presentación en el De perenni philosophia de Agostino Steuco, obra publicada en Lyon en 1540. Tal unidad viene incluso presentada en la obertura de la obra como una consecuencia necesaria de la unidad del principio del que toda la creación depende: «igual que uno es el principio de todas las cosas, también ha habido siempre una y la misma ciencia de él entre todos, como testimonia la razón y los testimonios literarios de muchas naciones» .

Gianozzo Manetti: elogio de la excelencia del hombre 

En el tratado de Giannozzo Manetti (De dignitate et excellentia hominis, 1452), por vez primera, la miseria y la dignidad, dos polos entre los cuales ha basculado la tradición humanista occidental, parecen plantearse como temas excluyentes y contradictorios. La obra se escribe como respuesta al tratado escrito por Inocencia III años antes, titulado Sobre la miseria del hombre.

Montaigne y la ley divina de la pura obediencia

"La primera ley que Dios promulgó para el hombre fue una ley de pura obediencia; fue un mandato puro y simple en el cual el hombre nada pudo conocer ni discutir, pues obedecer es la obligación propia del alma razonable que reconoce a un superior y benefactor celeste. Del obedecer y del ceder nacen todas las demás virtudes, como de la soberbia todos los pecados", escribió Michel de Montaigne en su Apología de Raimundo Sibiuda, obra en la que muesta un perfil muy distinto al que suele difundirse del autor.
 

El concepto de libertad cristiana en Juan de Valdés 

En Alfabeto cristiano, el autor del Diálogo de la lengua resume la vía del co­nocimiento y del enamoramiento de Dios en una serie de reglas sencillísimas, exhor­tando al mismo tiempo a Julia a «andar por este camino como señora y no como sierva, como libre y no como esclava, con amor y no con temor». A esta reforma interior se­guirá caridad y la esperanza. Valdés resu­me la vía del conocimiento y del enamora­miento de Dios en una serie de reglas sen­cillísimas, exhortando al mismo tiempo a Julia a «andar por este camino como seño­ra y no como sierva, como libre y no como esclava, con amor y no con temor».